viernes, 6 de septiembre de 2019

En el puerto de otro

Respiras. Agua del océano. Origen, vida y evolución. De donde salimos arrastrándonos. Todos. Cuando ni siquiera éramos nosotros. Cuando ni siquiera éramos humanos. Cuando éramos incapaces de señalarnos. De ahí a la dispersión. De ahí a no reconocernos. Y ahora cientos de cabezas hundiéndose. A un palmo. Nunca has estado tan cerca de otros. Nunca los has necesitado tanto. Sobre todo a quienes no saben de tu existencia. Estrellas infinitando el cielo. Minúsculas y brillantes perforaciones. Imperfecciones en la carpa. Un planetario agónico. El mismo que cubría el portal de tu casa. El mismo bajo el que los aviones sembraban bombas. El mismo para todos. Y el océano dividiendo la tierra. Las ondulaciones os varean. Os sacuden la vida. La sal pesando en los bolsillos. La misma que usabas en las mesa. La que os pasabais de mano en mano. Os la pedíais mirándoos. La misma que derramó tu hijo mientras preparaba la cena. Partículas de un accidente. Como los caídos de una patera hundida. Vuestras voces ni siquiera son polvo. Ni siquiera son reales. Ni siquiera son dinero. La política discute lo caro que sería repatriaros. En avión. En barco. De cualquier manera. Todo es poco. Pero en el puerto de otro. Tu familia ya es un arrecife. La puerta de tu casa quedó abierta. La sal sobre la encimera. Apenas asoma de la superficie la quilla de la barca hundida. Obligado a mirar las estrellas para coger aire. Agua encharcándote. El océano. La vida llenando tus pulmones. Y tú, muriéndote.

Enrique Forniés Gancedo

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jueves, 5 de septiembre de 2019

Manifiesto contra el rostro

Buscamos identidad. Reflejo. Lo hacemos en los demás. En su rostro. Creemos que ahí se encuentra lo recóndito. La persona. Triangulamos belleza con tranquilidad y ojos. Entumecemos la depresión con muecas. Enamoramos la paciencia entre comisuras y párpados. Esperanzamos algún tipo de transparencia erótica. Desvelar secretos. Pero nos equivocamos. Estamos excavando en terreno desacertado. Nos detenemos sobre el único lugar árido del cuerpo. El rostro. Lo único que miente. Que se opaca a medida que tomamos conciencia. Erramos. Y todo el concepto de sociedad y cultura se basa en esta idea.

Deberíamos volver a las manos. En ellas no hay mentira. En ellas está la edad. Se mueven a la altura del cuerpo. Detienen la realidad bajo el cuello. Nos salvan de morir ahogados. Son las que desatan las corrientes. Palpan los límites de lo creíble. Las emociones son manos moviéndose. Son la presencia de uno mismo. El contacto con otros. Ninguna palabra agitará el mundo si no la aplastan contra la tierra las manos. Olvidémonos del rostro. De esa gran mentira. El mundo, la realidad y la persona comienzan en las manos.

Enrique Forniés Gancedo

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Ritual

Saqué mi nombre de la cama,
le tapé la cara, lo desnudé
y lo tendí junto a los libros.

Me senté entre ambos.
No fumé, no probé el café:
mantuve el aliento con las manos sobre las palabras.

Busqué infancia en las paredes,
deseando que contar días
no fuera acumular cifras.

Cerré la puerta, abrí las ventanas,
dejé la llave en el abrigo que me prestaron
y me desnudé tras apartar los libros.

Me tumbé junto a aquel nombre
esperando a que resucitara.

Enrique Forniés Gancedo

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Inmensidad

La inmensidad es despertarse. Mirar el interior de la caverna. Desorientarte. Ver que en esa oscuridad cabe el mundo. Que la realidad es tan pequeña que a menudo se te salen los brazos. Buscar la seguridad de las paredes. Vaciarte. Seguir avanzando hacia el fondo. Palpar la inexistencia con los dedos. Sentir la piel de otras personas. Aferrarte. Entender que los demás son lo que te queda. Saber que eres lo que les queda a las demás personas.


Enrique Forniés Gancedo

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Mudanza

Mudarte. Trasladarte. Llevar tus pertenencias. Ver tu vida metida en cajas. No pensar en la muerte. Solo un estúpido es capaz de eso. Porque la muerte es una caja. Una pequeña. Más que un ataúd o una urna. Una en la que apenas cabe nada. Una en la que, a pesar de todo, la vida queda holgada.

El movimiento causa vértigo. Miedo atávico de especie. Por eso rellenamos los huecos. Utilizamos dioses, casas, objetos. Almidonamos resquicios con palabras. Atamos amistades con verbos. Confiamos en dejar algo fijo. En que no se nos caerá nada. En poder colgar cuadros de las paredes.

Todo por evitar lesiones. Por evitar hacer ruido. Por saber que nos encontramos en el centro exacto de la caja. Todo por no darnos cuenta de que la vida somos nosotros chocando contra las paredes.


Enrique Forniés Gancedo

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viernes, 29 de marzo de 2019

El héroe


La piel de un héroe,
opaca como cualquier leyenda,
cubierta de armaduras
como el cielo por las mañanas.

Instantes sin pájaros
y calles sonando a hueco.

La oportunidad de estar solo
sin la vanidad de los muertos,
que claman y reclaman sombra
en cada uno de los pasos
que aceleran las revoluciones del mundo.

Los zapatos húmedos
pero sin brillo
pisándose mutuamente
de camino hacia alguna parte.

Siente el rozar de la ropa en el pecho,
el frío en los dedos,
la muerte subiéndole por los tobillos

Nota el miedo
y lo agradece.

Enrique Forniés Gancedo

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martes, 27 de agosto de 2013

Cualquiera

Hay noches que se derrumban por el calor
dejando el miedo al descubierto.

Gotean sobre el tiempo
haciendo arena las palabras.

Abandonan la orilla del discurso
y despiezan el cuerpo
sin dejar un solo corte sobre la almohada.

Sugieren que todo acto preludia el abandono
y que tu mejor apuesta
es dejar la vida por imposible.

Tras ellas ocupas el día en versos y conversaciones,
pasando por un ser humano cualquiera
que entretiene sus labios
para no dejar que asome la muerte

Enrique Forniés Gancedo

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