Saqué mi nombre de la cama,
le tapé la cara, lo desnudé
y lo tendí junto a los libros.
Me senté entre ambos.
No fumé, no probé el café:
mantuve el aliento con las manos sobre las palabras.
Busqué infancia en las paredes,
deseando que contar días
no fuera acumular cifras.
Cerré la puerta, abrí las ventanas,
dejé la llave en el abrigo que me prestaron
y me desnudé tras apartar los libros.
Me tumbé junto a aquel nombre
esperando a que resucitara.
Enrique Forniés Gancedo
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